La luz de la tarde entra por las puertas blindadas
e ilumina las cédulas acumuladas en las ventanillas.
Es como si fuese el otoño, como sus hojas doradas esparcidas en la plaza.
La recepcionista sonríe como un ángel a la puerta del paraíso.
El gerente susurra al oído de un cliente, y su mano de rey Midas
se levanta en el aire milagroso.
Los sucesivos espejos reciben el depósito
de los ojos monetarios y de las ávidas bocas sexuales de las dactilógrafas.
Las máquinas suman, dividen, multiplican y restan.
Hombres sumados, divididos, multiplicados y restados
desaparecen en las calles sinuosas que, en la gran tarde bancada,
retienen la fritura de las loncherías.
¡Oh mundo lleno de rumores! Los hombres son monedas
en la ciudad manchada por un sol amarillo.
Lêdo Ivo en La noche misteriosa (1982), incluido en Las islas inacabadas (UAM, Ciudad de México, 1985, trad. de Maricela Terán).
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