jueves, 15 de noviembre de 2018

Poema del día: "Las campanas", de Edgar Allan Poe (Estados Unidos, 1809-1849)

I

¡Escucha el tintineo!
¡La sonata
Del trineo
Con cascabeles de plata!
¡Qué alegría tan jocunda nos inunda al escuchar
La errabunda melodía de su agudo tintinear!
¡Es como una epifanía,
En la ruda racha fría,
La ligera melodía!
¡Cómo fulgen los luceros
–¡Verdaderos
Reverberos!–
Con idéntica armonía
A la clara melodía,
Cintilando, cintilando, cintilando,
Como los cascabeles van sonando!
Y, en un mismo son, son único,
Que igualiza un ritmo rúnico
Los luceros siguen fieles
El son de los cascabeles,
Cascabeles, cascabeles, cascabeles,
Cascabeles, cascabeles,
Cascabeles,
¡El son grato que, a rebato, surge de los cascabeles!


II

¡Escuchad el almo coro
Sonoro
Que hacen las campanas todas!:
¡Son las campanas de oro
De las bodas!
¡Oh qué dicha tan profunda nos inunda al escuchar
La errabunda melodía de su claro repicar!
¡Cómo revuela al desgaire
Esta música en el aire!
¡Cómo a su feliz murmullo
Sonoro,
Con sus claras notas de oro,
Se aúna
La tórtola con su arrullo,
Bajo la luz de la luna!
¡Qué armonía
Se vacía
De la alegre sinfonía
De este día!
¡Cómo brota
Cada nota!:
Fervorosamente, dice
La felicidad remota
Que predice.
Y a la voz de una campana, sigue las de sus hermanas
Las campanas,
Las campanas, las campanas, las campanas, las campanas,
Las campanas, las campanas, las campanas,
Las campanas, las campanas
En sonoro ritmo de oro de almo coro, ¡Las campanas!


III

¡Oíd cual suena el bordón!:
El borbón
De son bronco
Que pone en el corazón
Es espanto, con su son,
Con su son de bronce, ronco.
¡Qué tristeza tan profunda nos apresa al escuchar
Cómo reza, gemebunda, la fiereza del llamar!
Cómo su son taciturno,
En el silencio nocturno,
Es grito desesperado
Que no es casi pronunciado
¡De aterrado!
Grita de espanto ante el fuego
Y agudo alarido luego,
Es un clamor que se extiende,
Que el espacio, ronco, hiende
Y que llama;
Que defiende
Y que clama, clama, clama,
Que clama pidiendo auxilio
En tanto que ve el exilio
De aquellos que el fuego, ciego y arrollador, empobrece
Y el fuego que atace y crece,
Mientras se oye el ronco son,
El somatén del bordón,
Del bordón, bordón, bordón
¡Del bordón!
¡Cómo el alma se desgarra
Cuando el son del bordón narra
La aflicción
De aquellos que arruina el fuego!
Y, cómo nos dice luego
Los progresos que hace el fuego
–Que va a tientas, como ciego–
El somatén del bordón,
¡Que es toda una narración!
¡Oh, la tempestad de ira
En la que el bordón delira
Y en que, convulso, delira!
El alma escucha, anhelante,
Si el fuego sigue adelante,
Con su son;
El bordón que da su son,
El bordón, bordón, bordón,
¡El bordón!
Que es toda una narración el somatén del bordón,
Del bordón, bordón, bordón,
Del bordón, bordón, bordón,
Del bordón;
El grito ante el infinito, cual proscrito, ¡del bordón!


IV

¡Escuchad cómo la esquila,
Cómo el esquilón de hierro,
Llama con voz que vacila,
Al entierro!
¡Qué meditación profunda nos inunda, al escuchar
la errabunda y gemebunda melodía del sonar!
¡Cómo llena de pavura
Su son, en la noche obscura!
¡Cómo un estremecimiento
Nos recorre al pensamiento
Que provoca su lamento!
Cuando suena
La grave esquila de hierro, con su lúgubre toquido,
Con su lúgubre toquido, que la medianoche llena,
¡Es que las almas en pena
Se han reunido!
¡Oh, la danza
Al son que toca la esquila
En una noche intranquila,
Cual relámpago lanza
Su tijera de luz lila,
Trocando en visión del Juicio la noche sin esperanza!
Entonces, ya no vacila
La grave voz de la esquila
De la esquila, la esquila de la esquila,
De la esquila, de la esquila,
Sino que suena furiosa,
Con una voz cavernosa,
Y, en un mismo son, son único,
Que igualiza un ritmo rúnico,
Algún ronco rayo truena
Y se alumbra con relámpagos la noche sin esperanza,
Mientras las almas en pena
Giran, giran en su danza,
Bajo la triste luz lila.
Y, en tanto, se oye la grave voz de la esquila,
De la esquila, de la esquila.
De la esquila, de la esquila, de la esquila.
Y en un mismo son, son único,
Que igualiza un ritmo rúnico,
Mientras se oye la triste, la triste voz de la esquila,
De la esquila, de la esquila, de la esquila,
De la esquila, de la esquila,
Furibundo rayo truena,
El relámpago cintila
Y los espectros en pena
Danzan al son de la esquila,
De la esquila, de la esquila, de la esquila,
De la esquila, de la esquila,
Y, en un mismo son, son único,
Que igualiza un ritmo rúnico,
Danzan, al son de la esquila,
De la esquila, de la esquila, de la esquila,
De la esquila, de la esquila,
¡De la esquila!
Y, mientras que el rayo truena,
Que el relámpago cintila
Y que, con furor terrible, danzan las almas en pena,
Se oye la voz de la esquila,
De la esquila, de la esquila, de la esquila,
De la esquila, de la esquila,
La voz de cruento lamento ¡de la esquila!

Edgar Allan Poe en Poemas (Fundación editorial El perro y la rana, Caracas, 2017, trad. de Juan Antonio Pérez Bonalde).

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