martes, 3 de junio de 2008

El escritor colombiano Marco Tulio Aguilera nos habla de su experiencia literaria en una entrevista realizada por el poeta español Francisco Cenamor

Irreverente, provocador, querido y odiado (se jacta de crear enemigos cada vez que abre la boca), novelista de éxito y premiado, desenfadado, viajero, juvenil y deportista, amante del sexo y las mujeres..., pero a pesar de todo humilde, familiar y buen amigo, el escritor colombiano afincado en México (y que pasó parte de su infancia en Costa Rica) Marco Tulio Aguilera ha conversado con el poeta español Francisco Cenamor sobre diversos aspectos de su literatura..

Aguilera nació en Bogotá (Colombia) en 1949, pero a día de hoy hay por lo menos tres literaturas nacionales que se lo disputan, es, por tanto, un autor latinoamericano cosmopolita, incluso ha sido traducido a diversas lenguas autóctonas americanas. Ha ganado o sido finalista en varios premios, incluidos Planeta y Alfaguara. Y a pesar de que su temática tiene un carácter eminentemente erótico, también ha recibido premios de literatura infantil.

Pregunta obligada en nuestro blog, ¿cuándo y por qué comenzaste a escribir?
Comencé a escribir porque estaba enamorado de los calzones de la maestra de redacción Vilma Alfaro de Vega. Ella usaba minifaldas y era muy generosa con los muchachos, a quienes inició en el misterio del conejo. Eso fue en un polvoriento pueblo de Costa Rica llamado San Isidro de El General. Para conquistar la atención de la maestra comencé redactar historias de la gente que conocía: el sargento de policía, las putas del pueblo, las bellas del pueblo, las beatas. Las historias le gustaron a la maestra que comenzó a llamarme “nuestro escritor”. Antes de terminar cada clase la maestra decía: “Y ahora vamos a ver qué nos trajo nuestro escritor”. Entonces yo sacaba mi relato y lo leía en público. A partir de entonces para satisfacer el ansia de la maestra y los compañeros, tenía que centuplicar el esfuerzo de mi pluma y mi imaginación. Eso fue durante el bachillerato. Después participé en un concurso cuyo tema era Beethoven. Lo gané y disfruté de mi premio, que era un viaje a San José, a escuchar la Novena Sinfonía en el Teatro Nacional. Desde entonces me aficioné a los concursos. A la fecha he recibido 26 y no me avergüenzo: gracias a ellos he educado a mis hijos, he viajado, tengo una hermosa casa y una camioneta Explorer Eddie Bauer vieja pero excelente. Además he podido publicar mis libros en buenas editoriales.

Cuando comenzaste, y sobre todo con el éxito de tu libro Cuentos para después de hacer el amor, se decía de ti que te parecías a Gabriel García Márquez escribiendo.
Quizás a ningún escritor latinoamericano o colombiano lo hayan jodido y favorecido tanto comparándolo con García Márquez. Eso fue a partir de la publicación de mi primera novela Breve historia de todas las cosas, que evidentemente sí tiene un parentesco con Cien años de soledad. En mi novela hay un personaje que se llama Californio el simple, que parece pariente de Remedios la bella; hay situaciones semejantes; la misma idea de un pueblo aislado lleno de personajes extravagantes, contribuye a emparentar las novelas. Pero hasta ahí. La obra fue muy celebrada en La estafeta literaria de Madrid y en muchos artículos y libros en varias partes del mundo. El mismo García Márquez me llamó por teléfono para decir que le había gustado mucho y dijo que él no hallaba ninguna influencia de su obra en la mía. Seymour Menton, Raymond Williams, John Brushwood, Wolfgang Luchting, Jorge Ruffinelli y otros cincuenta, escribieron comentarios muy positivos y la novela comenzó a transformarse en una especie de avanzada de lo que llamaron el “post boom”.

Después de mi primera novela yo ya emprendí un camino totalmente personal que de alguna forma configuró mi estilo y mi mundo. El mundo de la intimidad femenina y sus relaciones conflictivas con los hombres. La reacción crítica muy positiva y la acogida de los lectores a mis libros Cuentos para antes de hacer el amor y Cuentos para después de hacer el amor hicieron que las ediciones se multiplicaran, hasta llegar a tener once del primer libro. Por cierto, en España recientemente publicaron un libro con el mismo título de Cuentos para después de hacer el amor. El mío apareció en 1983. Cuando le regalé un ejemplar de Cuentos para antes de hacer el amor a García Márquez, me dijo “me robaste el título”.

¿Y cómo ha sido estos años tu relación con García Márquez? Has publicado recientemente un libro sobre esta relación, ¿no?
Mis relaciones con Gabo han sido siempre cordiales pero a distancia y muy esporádicas. Incluso podría decir que hay una especie de juego de competencia, al cual él se presta. Recuerdo que Gabo me dedicó El olor de la guayaba de la siguiente forma: “Para Marco Tulio, de la competencia”. Mi primera novela se la dediqué así: “Para Gabriel García Márquez, a quien pienso matar…literariamente”. Algo de lo que sí se ha cuidado mucho Gabo es de hablar de mí en público. Yo sí me he ocupado de casi todos sus libros. A veces pienso que Gabo no ayuda a nadie o casi a nadie porque quiere reinar solo en la cima. O tal vez porque, como él dice, una palabra suya puede arruinar la vida de un escritor. Yo le dije una vez: “De mí puedes decir lo que quieras, que no me afectará. Tengo tan alta opinión de mí mismo que no hay posibilidad de que me arruines. Ya estoy arruinado. Estoy echado a perder. Me quiero mucho, me respeto y trabajo desesperadamente para estar a la altura de lo que pienso de mí mismo”. En mi libro más reciente, Poéticas y obsesiones, reproduzco una crónica, bastante insolente, de mis encuentros con García Márquez.

Pero ahora parece que, de alguna manera, vayas a matar al padre y piensas escribir una especie de parodia de Cien años de soledad.
Estoy escribiendo una novela que me parece muy divertida, muy desmesurada, escrita con absoluta libertad, violando todas las reglas de la estructura, del lenguaje, del espacio, del tiempo. Hay muchos personajes con imaginación desbordada. Suceden acontecimientos que parecerían de realismo mágico si no fueran parodias de lo que han llamado realismo mágico. El aire cargado de peces, levitaciones colectivas, mujeres de belleza inaudita o con ciertas habilidades que a veces parecen inhumanas, hombres de tamaño inconcebible, santas muy santas y putas muy putas. Si alguien me preguntara entre qué parámetros podría localizar mi novela diría que entre El Quijote, Cien años de soledad y Gargantúa y Pantagruel.

Háblanos ahora de cuales son tus temas favoritos a la hora de escribir, ¿de qué tratan tus distintas obras? Aunque por los títulos de tus libros parece que el erotismo es la estrella.
Las mujeres son mi tema favorito y la cama mi sitio preferido. Con pausas para respirar y comer, claro. La actividad que practican mis personajes es el erotismo o la persecución del misterio del conejo. Pero no me limito a eso: tengo libros de cuentos infantiles que se han leído mucho. También novelas con una profunda introspección en el alma humana, para decirlo en términos medio caricaturescos. Hay una novela mía que se llama El amor y la muerte, que fue finalista en el Premio Alfaguara en España, que me parece bastante seria: una novela en el sentido serio de la palabra. Me parece que esa novela tiene lo que pedía Flaubert a toda novela grande: un memorable personaje femenino.

Y yendo un poco más allá, ¿cómo ves el panorama de la novela en Colombia actualmente?
No estoy leyendo mucha novela colombiana. Sé que hay muchas obras que han recibido buena atención. Una que sí leí en manuscrito y que me iba gustando mucho es Ursúa, de William Ospina. No terminé de leerla porque me la quitaron de las manos.

Siempre has sido muy crítico hacia el mundo de los premios literarios, y eso que tú mismo has ganado algunos importantes, incluso fuiste finalista del Planeta y el de Alfaguara de novela.
Ciertamente he sido muy crítico con los concursos y me he ganado unos cuantos. He sido crítico porque las que he leído recientemente (todas del premio Alfaguara) me han parecido francamente mediocres. Y las critico a veces porque en algunos concursos he perdido frente a obras vergonzosas. Generalmente priman los criterios comerciales. No basta tener a Vargas Llosa de jurado para conseguir un buen veredicto. Al final pesan los consensos sobre la calidad. Desde los tiempos de Miguel de Cervantes se sabe que las mejores novelas son las que pierden los concursos.

Está claro que no te muerdes la lengua, ¿te ha traído enemistades ser tan crítico, incluso con tus compañeros escritores?
Uno de mis deportes favoritos es cultivar enemigos. Yo tengo una columna en un periódico local de la ciudad donde vivo, Xalapa. Por cada artículo que escribo gano cien enemigos y un amigo, de modo que ya te imaginarás el número de las personas que me detestan. Lo que me consuela es saber o suponer que los enemigos son analfabetas funcionales y mediocres vocacionales. Y los amigos, personas dispuestas a tolerar que los demás tengan una opinión propia (en la foto con Rubem Fonseca).

Una cosa que sorprende de ti es tu pasión por el deporte. Normalmente parece que los que nos relacionamos con lo cultural tenemos que estar exentos de estas pasiones.
Lo que pasa conmigo es que por alguna curiosa disposición o composición de mi naturaleza tengo una energía excesiva, que si no gasto cada día, simplemente no puedo dormir. Tengo que gastarme cada día. Decía Aristóteles que cada mañana todos los seres humanos amanecemos con una dotación de fuego. Que si no la gastamos no podemos dormir. Y que los sueños que se disfrutan o padecen son los rescoldos de ese fuego.

Para finalizar, alguna recomendación, ¿cuál es tu libro más apropiado para que nuestros lectores y lectoras comiencen a leerte?
Los más fáciles de conseguir son Cuentos para después de hacer el amor (Editorial Punto de lectura), El amor y la muerte (Editorial Alfaguara) y El pollo que no quiso ser gallo (Editorial Alfaguara infantil y juvenil). Los tres son bastante representativos de lo que he escrito. Hay otros que me gustan mucho: las novelas Los placeres perdidos, Mujeres amadas, El juego de las seducciones, Las noches de Ventura, La hermosa vida y La pequeña maestra de violín.


Para ilustrar a los lectores sobre los libros de este autor colombiano poco conocido en España pero muy leído en Latinoamérica ofrecemos una lista de sus libros con sus correspondientes editoriales:

Novelas:
Mujeres amadas,, Editorial Plaza y Janés, Colombia; Editorial de la Universidad Veracruzana, México,
El juego de las seducciones, Editorial Leega, México.
Los placeres perdidos, Tierra de Promisión, Colombia; Editorial Edamex, México.
Paraísos hostiles, Leega, México.
Las noches de Ventura, Editorial Planeta, México.
Buenabestia, Editorial Plaza y Janés, Colombia.
La hermosa vida, Conaculta, México.
La pequeña maestra de violín,
Universidad de Puebla, México.
El amor y la muerte, Editorial Alfaguara, Colombia.

Cuentos:
Cuentos para después de hacer el amor, Oveja Negra y Editorial Plaza y Janés, Colombia; Punto de Lectura, Editorial Alfaguara, México y España.
Cuentos para ANTES de hacer el amor, Editorial Selector y Educación y Cultura, México 2007 (ediciones rústica y lujo).
Juegos de la imaginación, Universidad de Puebla.
Los grandes y los pequeños amores, Joaquín Mortiz, México.
Eroticón frenáptero, Editorial Universidad de Antioquia, Colombia.

Encuentros con García Márquez y conferencias sobre poéticas del cuento y la novela.
Poéticas y obsesiones, Universidad Veracruzana.

Infantiles:
El pollo que no quiso ser gallo, Instituto Veracruzano de Cultura, Veracruz; Editorial Alfaguara Infantil y juvenil, México y Colombia.




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